La economía del desastre
Por Ron Paul – Noviembre 2012
El huracán Sandy fue uno de los peores desastre naturales que haya visto la costa este. La limpieza y la recuperación tomará meses, si no años, y las estimaciones de los gastos rondan las decenas de miles de millones de dólares. Algunas partes de Nueva York y Nueva Jersey jamás serán las mismas. Comunidades costeras enteras han desaparecido, pero la determinación por reconstruir ha sido elogiada como valiente y admirable. Sin embargo, como todos los desastres naturales, Sandy plantea preguntas incómodas sobre el grado en que los contribuyentes deben financiar la limpieza y el grado en que los programas del gobierno crean problemas de índole moral.
Por ejemplo, se espera que FEMA y el Programa Nacional de Seguro contra Inundaciones (NFIP) paguen las cuentas por la mayoría del daño causado por el huracán. Por supuesto, esto supondrá un incremento en la deuda nacional y en la inflación, ya que el programa sólo cuenta con alrededor de 4 mil millones de dólares, y se encuentra endeudado en 18 mil millones debido a los huracanes Katrina y Rita.
Muchos piensan que hay una necesidad de que el gobierno proporcione un seguro contra inundaciones de este tipo. Después de todo, el mercado nunca podría proporcionar un seguro en áreas propensas a inundaciones, a un precio asequible. Pero, ¿no nos dice eso algo?
¿No deberíamos inferir de ello que no es solventable el asegurar viviendas en zonas costeras y llanuras inundables a menudo amenazadas por severos y destructivos patrones climáticos? Y de ser así, ¿deberían las personas estar obligadas a solventar las inevitables pérdidas que surgen de los seguro federal contra inundaciones?
El NFIP disfraza el verdadero costo de un seguro contra inundaciones en las zonas propensas a inundaciones, lo que incentiva la construcción y venta de viviendas en dichas áreas. El tomar riesgos imprudentemente, cuando los mismos están sub-valuados es un riesgo moral. Cuando los políticos deciden que las primas de los seguros privados son demasiado altas, su solución consiste en sub-valuar el riesgo a través de subsidios federales. El resultado obvio y esperado es un mayor peligro para la vida y la integridad física en caso de desastre.
Incluso el NFIP se ha visto obligado a elevar las tasas de manera significativa en zonas costeras, y ya está dejando de cubrir las segundas residencias.
Muchos asumen que es compasivo el encomendar planificadores del gobierno central con la recuperación de desastres. Sin embargo, la mayor compasión es la que trae soluciones, no basta con buenas intenciones. Y ya hemos visto como las organizaciones burocráticas como FEMA han fallado en gestionar la recuperación y el alivio tras el paso de los huracanes Ike y Katrina.
Organizaciones tales como la Cruz Roja, y compañía privadas como Home Depot y Duracell ya han intervenido admirablemente para ayudar a aquellos en necesidad; y sólo nos cabe esperar que FEMA haya aprendido esta vez a no impedir y frustrar los esfuerzos privados, como lo han hecho en el pasado.
Por encima de todo, mis pensamientos y oraciones están con las víctimas del Huracán Sandy en este momento tremendamente difícil, y sólo espero que puedan recuperarse sin problemas y lo más rápido posible.