Problemas Constitucionales con la Guerra en Libia
Informe Semanal 28/03/2011 – Por Ron Paul
La semana pasada la Administración de Obama llevó a los Estados Unidos a una guerra contra Libia sin molestarse en notificar al Congreso, y mucho menos en obtener una declaración de guerra constitucionalmente obligatoria. En medio de nuestros graves problemas económicos, esta desventura nos ha costado ya cientos de millones de dólares, y podemos estar seguros de que el precio final será varias veces mayor.
¿Porqué EE.UU. intervino en una guerra civil de un país que ni nos ha atacado ni representa una amenaza? Se nos dice que ésta ha sido una intervención “humanitaria”, como la guerra de Clinton contra Serbia en 1999. Pero mientras las víctimas civiles de la coalición liderada por EE.UU. aumentan, resulta difícil determinar si el problema que estamos creando es peor que el que intentábamos resolver.
Aunque la Administración parece estar jugando con la semántica llamando a ésta una “acción militar cinética”, seamos claros: esto es un acto de guerra de los EE.UU. en contra de Libia. La imposición de una zona de exclusión aérea sobre el espacio aéreo de un Estado soberano es un acto de guerra, tal como lo señalara el Secretario de Defensa, Robert Gates, antes de que comenzara el bombardeo. Que la Administración vacile en darle el nombre de guerra, quizás por las implicancias constitucionales, no quiere decir que no lo sea. El Artículo 1º Sección 8 de la Constitución no puede ser más claro: el poder y la obligación de declarar la guerra recae únicamente en el Congreso de los EE.UU.
La Administración tuvo tiempo suficiente para consultar a la ONU, a la OTAN y a la liga Árabe antes de iniciar la guerra, pero no lo tuvo para consultar al Congreso de los EE.UU.
A parte de la forma en que la Administración nos llevó a la guerra, también es preocupante que nuestro gobierno haya tomado una postura decisiva por uno de los bandos del conflicto interno de un país soberano. La administración tiene un doble discurso, por un lado alega que los EE.UU. no intentan derrocar al régimen de Gadafi, mientras que claramente beneficia a los rebeldes y al mismo tiempo afirma que Gadafi se debe ir. ¿Tiene esto sentido alguno? Gadafi puede ser todo lo malo que se nos dice que es, pero ¿quiénes son estos rebeldes a los que estamos ayudando? ¿Tenemos alguna idea? ¿Traerán libertad y prosperidad a Libia si triunfan? Nos gustaría pensar eso, pero lo cierto es que no lo sabemos. Michael Scheuer, ex jefe de la unidad Bin Laden de la CIA, explicó en un artículo reciente que hay motivos suficientes para creer que los rebeldes son actuales o antiguos muyahidines islámicos, deseosos de participar en la jihad. De hecho Gadafi ha luchado contra los islamistas libios por años y es visto por ellos como un enemigo acérrimo. Sorprendentemente, es muy posible que estemos ayudando a al Qaeda en esta nueva guerra.
El costo de este terrible error no puede ser ignorado. El Congreso ha estado enfrascado en batallas para dirimir cortes en el presupuesto y sufriendo para encontrar formas de ahorrar dinero. Recientes propuestas de reducción del gasto han sido completamente soslayadas por esta nueva guerra. ¿Estaremos “reconstruyendo” Libia de aquí a diez años? ¿Aprobará el Congreso más leyes de gastos de emergencia para esta nueva guerra como lo ha hecho en el pasado? Debemos poner fin a nuestra participación en cualquier ataque a Libia de inmediato, y he firmado una legislación que haría exactamente eso. El Congreso debe afirmar su autoridad constitucional y ponerle riendas a una Administración claramente fuera de control.