Sobre el Estado Palestino y la ONU

El reciente anuncio de las autoridades palestinas sobre la búsqueda del reconocimiento por parte de la ONU como estado independiente dominó las noticias y el debate político en los Estados Unidos la semana pasada, aunque en realidad no debería significar mucho para nosotros. Solo una clase política albergando la ilusión de que puede manejar al mundo puede obsesionarse tanto con las aspiraciones de una pequeña población en un pequeño pedazo de tierra a miles de kilómetros de distancia. Recuerden, la ONU inició este persistente conflicto con su Plan de Partición de 1947.

Desafortunadamente el debate es dominado por aquellos que o bien apoyan al lado israelí del conflicto, o por aquellos que apoyan el deseo de un estado palestino. Rara vez escuchamos, en los EE.UU.,  el punto de vista de los interesados por EE.UU. Yo me encuentro de ese lado. Debemos dejar de ser la policía del mundo. Debemos dejar de sobornar a  israelíes y palestinos para continuar con un interminable “proceso de paz” que no va a ninguna parte. No es de nuestro interés estar de uno u otro lado, o el “exportar” la democracia a la región (y rechazarla cuando la gente vota de forma “incorrecta”).

Tengo mis reservas acerca del deseo palestino por tener el reconocimiento de la ONU. Personalmente desearía que los Estados Unidos dejaran de reconocer a la Organización de las Naciones Unidas. Como muchos lectores ya saben, en todos los Congresos introduzco legislación para que dejemos de ser miembros de dicha organización. La ONU es una amenaza para nuestra soberanía –y como somos su principal fuente de ingresos, también representa un riesgo para nuestro bienestar económico. A lo largo de los últimos años hemos visto cómo se ha incrementado la cobertura legal y política para las aspiraciones militares de los intervencionistas, en lugar de servir como un foro para preservar la paz. Los neo-conservadores en los EE.UU. han aprendido a amar a las Naciones Unidas mientras cooptan la organización bajo la apariencia de un sinfín de “reformas”. Bajo una doctrina que destruye nuestra soberanía –la “Responsabilidad de Proteger”- adoptada en la Cumbre Mundial de 2005, la ONU se otorga el derecho de intervenir en los conflictos internos de sus estados miembros siempre que crea que los derechos humanos están siendo violados. Así, bajo la “Responsabilidad de Proteger”, la ONU proporciona luz verde para cualquier incursión inadvertida en cualquier país soberano.

Ya vemos lo que pasa con miembros de la ONU como Irak y Libia cuando los líderes de esos países caen en desgracia con las administraciones de los EE.UU.: bajo la presión de EE.UU. y sus aliados cualquier resolución es adoptada por la ONU para facilitar la devastadora intervención militar.

Si me lo preguntaran, personalmente aconsejaría a los palestinos evitar a la ONU. La participación y membrecía en la misma no es garantía alguna que su soberanía será respetada. Ya vemos lo que pasa con miembros de la ONU como Irak y Libia cuando los líderes de esos países caen en desgracia con las administraciones de los EE.UU.: bajo la presión de EE.UU. y sus aliados cualquier resolución es adoptada por la ONU para facilitar la devastadora intervención militar. Cuando la ONU le dio luz verde a la OTAN para bombardear Libia no existía ningún genocidio, era puramente una guerra preventiva. ¿El resultado? Miles de muertos, un país destruido, y nuevos líderes muy sospechosos.

Aunque no veo la membrecía de la ONU como algo particularmente productivo para el liderazgo palestino, no creo que los EE.UU. deban usar su posición en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquearla. Yo creo en la autodeterminación de los pueblos y reconozco que los mismos quieran conseguir la condición de estado a través de  diferentes medios. Como hemos visto después de la Guerra Fría, muchos nuevos estados emergieron de las ruinas de la Unión Soviética, a medida que distintas repúblicas soviéticas decidieron que los estados más pequeños eran preferibles a un enorme y opresivo conglomerado multinacional.

La única solución real para los problemas en el Medio Oriente es que pongamos fin a toda intervención externa, que dejemos de armar a los países, que fomentemos las resoluciones pacíficas y diplomáticas para los conflictos, y que cesemos nuestras actividades militares. En otras palabras, que escuchemos lo que advertía Jefferson: “Paz, comercio y  honesta amistad con todas las naciones; alianzas comprometedoras con ninguna de ellas”.